Watashitachi No Mokuteki

Nihil Shiro alguna vez soñó con ser un héroe. En su mente, salvaba personas, detenía criminales y convertía la oscuridad del mundo en luz. Pero la realidad fue más cruel de lo que imaginó. La tragedia golpeó su vida con una fuerza imposible de soportar… y en un grito desesperado al cielo su destino cambio.

Capítulo 1: Un Plan

El sonido del ventilador de mi techo era lo único que rompía el silencio en mi habitación. Las aspas giraban sin rumbo, como mi cabeza, como mi vida. Era mediodía, pero las cortinas seguían cerradas, y la luz apenas se colaba por los bordes de las cortinas. Mi cuarto tenía el aroma de encierro, papas fritas, comida, sudor, un aroma llamado soledad. Me senté frente a la pantalla, los ojos pegados a un juego que ya no me interesaba. Mis dedos se movían por inercia en el teclado, pero mi mente estaba en otro lado.

"Derrota 1-13", decía la pantalla.

—Ja. Sí, ya lo sé —murmuré sin emoción.

Tenía 19 años recién cumplidos. No estudiaba, ya que había reprobado el examen de admisión en la universidad a la que quería entrar. Y no trabajaba ya que la depresión no me daba fuerzas. De hecho, mis padres me recordaban eso todos los días. "Eres inteligente, Nihil, pero no haces nada con tu vida!", solían decir. Y lo peor era que tenían razón. Me sentía como un mueble más en esta casa.

Mi madre golpeó la puerta.

—¡Nihil! ¡Baja a comer! —gritó.

—No tengo hambre.

—¡Ya basta! ¡No puedes seguir así! —su voz temblaba entre la frustración y la preocupación.

Silencio. Otra vez.

Me recosté en la cama, mirando el techo. Las sombras de las aspas se proyectan como cuchillas girando. Pensé en el pasado, en mis intentos fallidos de encontrar un propósito en mi vida: quise ser músico, pero era malo.

— But i'am creeep — cantando desentonadamente — I'm a weirdoo — sonido de guitarra mal afinada.

Quise dibujar, pero no tenía paciencia para hacer dibujos magníficos con muchos detalles. Hice videos para ser creador de contenido, pero mis videos no se hacían populares, quise ser gamer profesional, pero era un horrible jugador, quise ser actor, director, todo. Siempre empezaba con emoción y acababa frustrado.

— Solo tienes 19 años — Me dije a mi mismo.

Pero, ¿Era mi culpa? ¿De mis padres? ¿De la sociedad?, siempre todo el mundo me presionaba con que ya tenía 19 años, con que ya debería estar haciendo algo. ¿Por que?, porque había jóvenes de mi edad, logrando muchas cosas, logrando muchas cosas cantando, creando videos, dibujando.

Mi celular vibró. Un mensaje de Discord. Uno de mis amigos online me enviaba un meme. Me reí un poco. Ellos eran los únicos que me hacían sentir que existía. Pero igual... no era suficiente. Solo estaban ellos. No tenía amigos en persona. Estaba solo.

Me levanté y abrí la ventana. Afuera, el mundo seguía avanzando. Gente caminando, autos sonando, risas, gritos, vidas ajenas avanzando. Y yo aquí, atrapado en un loop eterno. Y una idea volvió a mi cabeza. Una que había rechazado muchas veces, pero ahora no parecía tan absurda: terminar con todo.

Quería volar. Siempre quise volar. Me gustaba imaginar que era un superhéroe, alguien que podía salvar el mundo, alguien que podía ayudar a los que lo necesitaban. Terminar con las violaciones, asesinatos, hambre mundial, todo lo que hiciera un mundo mejor. De niño me ponía capas hechas con sábanas imitando a superhéroes de cómics.

Cuando cumplí 16, investigué si tal vez podría obtener poderes para cumplir el propósito de ser héroe. Pero la vida no es un cómic. Es imposible ser un héroe contra personas malas con armas de fuego. Y yo no era un superhéroe aprueba de balas. Solo era Nihil Shiro.

—¿Y si vuelo por una vez? —me pregunté en voz baja.

Busqué en Google el edificio mal alto de mi zona. El primero en la lista era en el antiguo Centro de Vexoco. Abandonado para el público, ahora está bajo control de un grupo de mercenarios. Nadie entraba ahí. Nadie salía. Era perfecto.

Pasé toda la semana investigando. Creando un plan. Analicé los horarios en que había movimiento. Encontré un punto ciego en sus rutinas. Era peligroso y arriesgado. Pero, ¿qué importaba?, de todas formas el destino era el mismo si me encontraban.

En mi cuarto, mi hermano entró sin tocar.

—Ey, en una semana es mi graduación. Mamá compró ropa para ti. Vas a venir, ¿verdad?

Lo miré. Su sonrisa me dolió. Era todo lo que yo no era.

—Sí... claro.

—Genial. Y le dije a mamá que nos tomaríamos una foto especial. Como los héroes de ese cómic que nos gusta. Con los trajes y todo. Va a ser épico no? —rió.

Asentí sin palabras. Se fue.

— Tengo un plan que terminar —me dije a mi mismo.

Me recosté en la cama, pero no dormí. Pasé toda la noche afinando los detalles en mi mente. Calculando cada paso que hacía detalladamente. Si iba a hacerlo, debía hacerlo bien. Quería subir sin ser visto. Quería volar....

El reloj marcaba las 4:37 a.m.

—Hoy... termina todo —susurré.

FIN DEL CAPÍTULO 1.

Capítulo 2 — Un Salto

La mañana era espesa, como si el mundo mismo contuviera la respiración. Las luces de la ciudad empezaban a desaparecer a lo lejos, y en el centro del barrio más peligroso, el edificio de los mercenarios se alzaba como un titán.

Nihil Shiro, vestido con una sudadera negra tapando su pelo y una mochila, observaba desde un callejón aledaño. El corazón le latía con fuerza, pero su rostro era de una calma inquebrantable. Llevaba días enteros investigando, observando los horarios de patrullaje de los mercenarios, sus rutas, los cambios de turno, hasta las pausas para fumar. Había dibujado planos improvisados del edificio con base en imágenes antiguas de Google Maps y foros urbanos abandonados.

—Ya están saliendo —susurró para sí mismo.

Justo como lo había investigado, camionetas negras salieron rugiendo del estacionamiento subterráneo. El 80% de los mercenarios en total, armados, iban a realizar una redada al otro lado de la ciudad. Su ausencia dejaba al 20% dentro del edificio, por lo que tenía el tiempo contado para entrar y subir.

Nihil avanzó.

Rodeó la reja oxidada del costado, donde había detectado un hueco entre las barras. Se deslizó como una sombra. Entró a la planta baja, un vestíbulo con olor a humedad y cigarro. Evito a cada mercenario que veía hasta encontrar las escaleras.

Y subió las escaleras sin hacer un solo sonido. En cada descanso se detenía, escuchaba, y contaba su respiración.

—No hay margen de error —pensaba mientras se aseguraba de que mercenarios no escucharan su movimiento, como había visto en una serie de televisión de un justiciero.

En el cuarto piso encontró un cuarto donde tenían a perros maltratados.

—Quisiera ayudarlos chicos, pero no soy tan fuerte para pelar y rescatarlos. Además, hoy tengo una sola meta, perdón. —les dijo en voz baja.

En el piso 12, una voz interrumpió su silencio. Dos guardias discutían en un cuarto abierto. Se agachó detrás de una máquina oxidada y esperó. Contuvo la respiración. Uno de los guardias se quejaba del mal café, el otro de la falta de aire acondicionado. Nihil cerró los ojos, y cuando escuchó el sonido de sus pasos alejarse, cruzó el pasillo como un rayo y alcanzó otras escaleras.

Cada movimiento era calculado. Cada paso, medido. No podía darse el lujo de fallar.

Mientras subía los últimos peldaños hacia la azotea, pensó en su madre, en su hermano, en la foto que le pidió que se tomara con él. La voz de su hermano resonó en su cabeza: “Mama te compro ropa para mañana”. "le dije a mamá que nos tomaremos una foto especial".

—Tal vez... tal vez si hay un propósito para mí —pensó.

Llegó a la azotea. El viento le golpeó el rostro. Era más fuerte de lo que esperaba. El paisaje desde ahí arriba era hermoso, realmente hermoso. Veía la ciudad como si fuera ajena, como si no perteneciera a ella.

—Lo logré —susurró con una sonrisa amarga—. Ni un solo error.

Se acercó al borde del edificio, dio un fuerte suspiro y dijo:

— Ahora solo tengo que dar un salto, ¿no? —dijo en voz alta.

Pero, nihil volvió a pensar en su hermano, el día de la graduación era mañana.

— ¿Qué clase de basura de hermano soy si no puedo darle esa foto? —Tal vez... tal vez ese es mi propósito, hacer feliz a mi hermano por lo menos un día —dije, con un poco de esperanza —Solo una foto más.

Así Nihil se alejó del borde, suspiró, y su plan cambió.

— Ahora tengo que salir de este edificio con vida —susurro.

Bajó corriendo, pero en el piso 7 escucho a unos mercenarios subiendo la escalera, así que busco una zona donde esconderse, y vio un cuarto con la puerta abierta, así que corrió y entró al cuarto.

—¡Mierda! ¡Mierda! Ellos no deberían estar aquí, que están buscando? —se dijo así mismo.

Esperó a que los mercenarios subieran las escaleras, salió del cuarto y bajó otra vez, pero más rápido, saltando tramos de escaleras, sujetándose como podía. Y en menos de cuatro minutos estaba afuera.

Caminó como si nada, volvió a rodear la reja oxidada, tomó una calle secundaria y desapareció entre las sombras de los árboles. Pero no notó una figura que lo observaba a lo lejos.

Esa misma noche, a las 11p.m. Nihil volvió a su casa, sudoroso pero tranquilo. Se encerró en su cuarto, se cambió de ropa, se recostó en su cama llena de los papeles que usó para crear su plan, y respiró profundo.

—Lo hice... Salí con vida... —dijo, mirando el techo.

En el piso de abajo, su madre servía la cena mientras su hermano la ayudaba, y su padre veía televisión.

En las afueras de la casa, un convoy negro sin placas apagaba sus luces.

Uno de los hombres dentro del vehículo habló por radio:

—Objetivo localizado. Confirmado.

Minutos después, la puerta de la casa se abrió sigilosamente.

—¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO?! —gritó la madre de Nihil al ver a hombres armados en la cocina.

—¡¿QUIÉNES SON USTEDES?! —gritó el padre, antes de ser golpeado y arrastrado.

Nihil estaba con los audífonos puestos. Jugaba en su computadora mientras escuchaba música en nivel máximo, ajeno a todo. Hasta que escuchó un golpe seco, luego otro. Y luego, silencio.

Giró la cabeza. Su puerta se abrió de golpe. Dos hombres armados entraron, y lo sujetaron.

Lo arrastraron por el pasillo. Al llegar a la sala, la escena le cortó la respiración.

Su madre, su padre, su hermano... todos de rodillas, amordazados y golpeados.

Un hombre con una gabardina negra y barba rala se acercó. Tenía una mirada asesina.

—¿Así que tú eres el ratón que entró a nuestro nido?. Muy bien chico, entreganos el plano, o tu familia pagará el precio.

Nihil volvió la cabeza, sin entender.

—¿Plano...? ¿Qué plano?

El hombre lo miró en silencio. Y luego, sonrió con crueldad.

—Así que quieres hacerlo difícil eh?, Me gusta, así me divertiré más. —dijo con voz burlona.

FIN DEL CAPÍTULO 2.

Episodio 3: Un ERROR

Nihil está tirado en el piso, siendo pisado por un mercenario.

—¿Cómo te llamas? —pregunta una voz grave, sin emoción.
Nihil levanta la mirada. Tiene la nariz sangrando. Frente a él, un hombre con una gabardina negra, corpulento, con una barba rala, un brazo cubierto de tatuajes y una sonrisa rota.
—¿Tu nombre es? —insiste el jefe. —Nihil Shiro —dice con una voz nerviosa.

—Perfecto. A ver si me ayudas con algo, Nihil.
—¿A… ayudar?
—Hoy nos robaron. Un plano importante. El puto plano más importante. Algo que nos volvería invisibles ante la ley. Y eso fue robado el día de hoy.
El jefe camina por la sala. Y patea con desgano a su hermano que está de rodillas.
—¿Sabes qué es lo curioso? Hoy solo una persona que no era de nuestra banda entró a nuestro edificio hoy. ¿Adivinas quién?

—¡Mierda! ¡Mierda! alguien me vio —se dijo así mismo.

Nihil siente que se le hiela la sangre.
—Edificio?....

El jefe lo interrumpe riendo. —Jaja, niño, un mercenario te vio salir del edificio. Deja de mentirme.

El jefe alza una mano. Chasquea los dedos, y sus hombres empiezan a golpear a su familia. Uno a uno, los golpearon. Puñetazos, patadas, culatas de rifle. El sonido era húmedo, violento. Nihil gritaba, pero era inútil. Su garganta ardía. Pero solo podía ver.

La impotencia se le metía por los poros. Su pecho dolía. Su cabeza palpitaba. Su visión se volvía borrosa, como si el mundo mismo empezara a temblar.

Y algo, de hecho, comenzó a cambiar.

Primero fue el sonido. El eco se distorsionó. Las voces se alargaban como si alguien rebobinara una cinta rota. Las paredes se comenzaron a oscilar, como si fueran humo.

Algunos de los mercenarios que fumaban y vigilaban afuera, miraron alrededor de la casa.

—¿No notas que pasa algo extraño?

—¿Qué mierda con este cigarro...? —dijo otro.

El jefe y los mercenarios dentro no parecían notarlo.

—¡BASTA! ¡LOS MATARÁN! ¡YA ES SUFICIENTE!
—Bien, te voy a dar una sola oportunidad, niño. Dame el plano. Devuélvelo. O mato a uno por uno.
—¡NO LO TENGO! ¡NO SÉ DE QUÉ HABLAS!

El jefe suspira, ha escuchado eso muchas veces.
—Yo creo que sí sabes. —Mueve la cabeza para darles la orden a sus mercenarios de cargar sus armas—. ¿Dónde está el plano?

Nihil llora. Grita. Súplica.
—¡Por favor! ¡Yo no robé nada! ¡Entré ahí para suicidarme, no para robar su estupido plano!—grito llorando.

—¿Suicidarte? —dice el jefe con una risa áspera—. ¿Y entonces por qué entraste al cuarto donde se escondía el plano? Qué conveniente. El plano estaba ahí. El plano que ahora no está.

Todo cobra sentido para Nihil. El ladrón... había estado en ese cuarto. Cuarto al que entró cuando se escondía de los mercenarios. Y ahora, por culpa de eso... su familia está en peligro.

—Por última vez... ¿dónde está?

—Yo no tengo tu plano... —responde con lágrimas.
El jefe levantó una mano. Uno de los soldados tomó a la madre de Nihil y le dio un golpe seco en el estómago. Cayó de rodillas, sin aire, tosiendo mucha sangre.

Su madre cae.

Nihil grita. Con un nudo en la garganta.
—¡MAMAAA!

El jefe se agacha frente a él.
—¿Lo ves? Esto es culpa tuya. Sigues sin hablar… y tu padre será el siguiente.

—¡YA BASTA! ¡NO LO TENGO! ¡NO LO ROBÉ! ¡SE LOS JURO, NO LO HICE!

—Entonces eres un idiota. Un estúpido suicida que arruinó todo.
Lo golpea en la cara. Nihil escupe sangre, y siente cómo algo se rompe en su interior.

¿Es este mi propósito...?
¿Ver cómo matan a mi familia...?
¿Haber fallado incluso en morir...?
¿En eso termina mi existencia...?
¿En estar tirado en un suelo frío, gritando...?

No.
¡NO!

Dentro de su mente, una voz, la suya propia, le grita.

"¿Vas a morir aquí sin hacer nada? ¿Esa es tu historia? ¿Eso eres tú? ¡Nadie! ¿Sin razón? ¿Sin valor?"

"¡NO!"

"¡Míralos! ¡Ellos siguen vivos! ¡Puedes salvarlos! ¡Haz algo, maldita sea!"

Nihil mira a sus padres, y a su hermano... aún respirando, aún esperando.

Respira hondo. Finge debilidad.
Y empieza a hablar.

—Está bien… hablaré… —dijo con voz débil.

El jefe sonríe.

—¿Ves? Así se coopera. ¿Dónde está?

Nihil levantó la mirada. La sombra bajo sus ojos era profunda. Había rabia, pero también algo más. Una calma siniestra.

—Solo quiero que me prometas que los dejarás ir.

—Eso depende —dijo el jefe, sonriendo.

—Promételo.

El jefe responde con sarcasmo.

—Bien. Te lo prometo.

Mentira. Nihil lo sabía.

—Está… —dijo, levantando ligeramente el brazo—. En ese cuarto. en mi mochila... —. En mi cuarto... dentro de una caja de cómics.. Detrás de la rejilla. El plano está ahí. —miente.

El jefe lo mira. Entrecierra los ojos.
—¿Crees que soy imbécil? ¿Que voy a caer en...?

—¡Aquí está! —grita uno de los mercenarios que estaba revisando el cuarto de Nihil — En el cuarto... en una caja de cómics hay un plano —dijo en el comunicador un mercenario.

El jefe levanta la ceja.
—¿Así que no eras tan tonto?

Se da la vuelta un segundo.

Ese segundo fue suficiente.

Usó toda su fuerza para quitarse de encima al mercenario que lo pisaba. Justo en ese instante, Nihil se puso en pie con una rapidez inesperada. Impulsándose con las piernas se abalanzo sobre el mercenario que lo retenia y golpeó su brazo dislocándolo, luego giró y conectó una patada recta al pecho del otro.

Otro intentó disparar, pero Nihil lo desarmó con una patada ascendente directa al mentón. El arma voló. Nihil se impulsa con todas sus fuerzas, recordando cada clase de mma y karate, cada caída, cada lección. Se abalanza hacia el jefe. Lo embiste. Golpea su rostro. Tumba la pistola que sacaba. Patea su rodilla. Y grita con toda el alma.

El jefe sorprendido escupió sangre, pero se reía.

—¡JA! ¡Así que el ratón muerde! —dijo, levantándose con dificultad.

Nihil jadeaba. Estaba al límite. El dolor, el miedo, la furia, todo se mezclaba. Pero no paraba. No podía. Si caía, su familia caería con él. Estaba ahí parado, con los puños listos para pelar, respirando como un animal, con los ojos llenos de rabia.

El jefe se limpió la sangre de la boca y sacó otra pistola que tenía en su gabardina, y apuntó.

—Te dije que me gustaban los que se resisten. Me entretienen más.

Disparó. Nihil esquivó. Un roce en el brazo, ardiente. Siguió peleando. Puño. Codazo. Rodillazo. Cada movimiento era limpio, preciso.

—¡Así que sabías pelear maldito bastardo! —gruñó.

Nihil le intentó quitar el arma, pero esta vez el jefe conectó una rodilla en el estomago, sacándole el aire para luego agarrarlo del cuello.

Lo levantó y lo lanzó contra el suelo con fuerza.

Nihil intentó levantarse, pero sus brazos no respondían. Su cuerpo temblaba. El jefe caminó hacia él, con la pistola apuntando a su cabeza.

—Puto maldito ladrón de mierda —dijo.

FIN DEL CAPÍTULO 3.

EPISODIO 4: Un nuevo amanecer.

Silencio.

Solo el sonido del click del gatillo siendo preparado.

El jefe apuntaba directo a la frente de Nihil, quien yacía en el suelo, derrotado, sangrando, apenas respirando. Su cuerpo temblaba, no por el dolor físico, sino por algo más profundo... algo roto.

Sus ojos se desviaron hacia su familia, apenas conscientes, bañados en sangre, inmóviles.

Y en su mente, una tormenta.

“¿Por qué?”

“¿Por qué no pude hacer nada?”

“¿Por qué soy tan... inútil?”

“¿Por qué existo?”

Sus lágrimas caían sin control. El jefe mantenía su dedo firme en el gatillo, esperando un último suspiro, una última súplica.

Pero Nihil no suplicó por su vida. En cambio, gritó con todo lo que le quedaba, desde lo más profundo de su ser, con la voz quebrada, rota, desesperada:

—¡PERDÓN POR NACER! ¡PERDÓN POR HACERLES ESTO! ¡PERDÓN… YO SOLO QUERÍA TENER UN MALDITO PROPÓSITO, UNA RAZÓN DE VIVI—

BANG.

Oscuridad.

Silencio.

Paz… por un segundo.

Luego, el aire se fracturó.

Como si el universo mismo se partiera. Como si el tiempo se detuviera justo en ese disparo.

El cuerpo de Nihil inmóvil en el suelo... … fue absorbido por una fuerza desconocida.

Una luz lo envolvió. Luego, nada.

Y luego, todo.

Un nuevo mundo. El cielo estaba despejado, de un azul casi irreal. El sol comenzaba a elevarse en el horizonte, bañando un campo verde con una luz cálida y suave. Una brisa fresca movía la hierba, y el canto de los pájaros llenaba el aire.

Y ahí, en medio de aquel campo, apareció él.

Su cuerpo cayó de la nada. Golpeó el suelo con un ruido sordo.

Estaba herido. Sangrando. Cubierto de polvo.

Sus labios estaban entreabiertos, su respiración era débil.

Por un instante, entreabrió los ojos. Vio el cielo.

Pacífico. Azul. Hermoso.

Una lágrima se deslizó por su mejilla, pero no fue consciente de ello.

Luego, todo se volvió negro.

Noche.

La luna colgaba en el cielo como una lámpara solitaria. Nihil abrió los ojos otra vez.

No sabía dónde estaba.

No sabía quién era.

No sabía por qué existía.

Solo… estaba.

Se levantó lentamente. Cada músculo dolía.

Pero no dijo nada. No pensó nada.

Solo comenzó a caminar.

Paso a paso.

Sin rumbo.

Sin intención.

Solo un cascarón vacío.

Arrastrando sus pies, como si cada paso pesara toneladas.

Mirando el suelo.

Sin fuerza. Sin propósito. Sin alma.

FIN DEL CAPÍTULO 4.

Episodio 6 – ¿Dónde estoy?

El silencio de la habitación apenas era interrumpido por el leve zumbido del viento colándose por la ventana. El techo era rústico, de madera clara, y las sábanas crujían con cada movimiento. Nihil se sentó lentamente en la cama, llevándose la mano a la cabeza, aún con restos de sudor en la frente.

—¿Dónde estoy…?

Sus ojos vagaban por el lugar con desconcierto, como si cada objeto fuera ajeno a su existencia. Fue entonces cuando escuchó pasos acercándose. La puerta se abrió, y apareció el hombre de aspecto tranquilo que lo había encontrado antes.

—¡Ah, ya despertaste! —dijo con una sonrisa aliviada—. Me alegra ver que sigues con vida.

Nihil frunció el ceño.

—¿Dónde… estoy? Lo siento si suena raro, pero… no sé dónde estoy.

El hombre, algo confundido, se acercó y se sentó en una silla de madera frente a la cama.

—¿En serio no sabes? ¿Eres… de la escuela de héroes?

—¿Escuela de héroes? —repitió Nihil, frunciendo aún más el ceño—. No… no tengo idea de qué es eso. ¿Puedes… ayudarme?

El hombre lo observó con cierta mezcla de miedo y sorpresa.

—Bien… estamos en Vandora1, un pequeño pueblo de la región de Vork Kenzo. El líder de esta región es precisamente Vork, uno de los seis.

—¿Vandora1? ¿Región de… Vork qué?

—¿Vork Kenzo? —repitió el hombre, ahora claramente confundido—. ¿De qué mundo vienes tú? ¿Te golpeaste la cabeza tan fuerte?

—Sí… creo que sí… —respondió Nihil, mirando al suelo.

—Oh… eso sonó grave. ¿De verdad no recuerdas nada?

—Solo… mi nombre. Nihil Shiro.

El hombre suspiró, tratando de procesar lo que escuchaba.

—Bueno, bueno. No te preocupes. Quizás solo necesitas descansar. Yo soy Anderson. Voy a hablar con el jefe del pueblo, contarle tu situación. Esta casa estaba recién desocupada, así que puedes quedarte aquí sin problemas. La enfermera dejó algo de comida para ti. Mañana por la mañana volveremos para hacerte unas preguntas, ¿sí?

Nihil asintió. Anderson se levantó, caminó hasta la puerta y la abrió.

—Descansa, amigo. Mañana será otro día.

—Adiós…

La puerta se cerró. El silencio regresó.

Nihil miró alrededor. La habitación era sencilla, pero acogedora. El olor a madera y a sopa caliente aún se sentía en el aire.

—¿Dónde mierda estoy…? ¿Por qué no recuerdo nada?

Se tomó la cabeza con ambas manos, frustrado.

—¿Escuela de héroes? ¿Qué carajo? ¿Y por qué lo único que recuerdo es mi nombre…? ¡Ahg!

Su estómago rugió, devolviéndolo a la realidad.

—Bueno… eso sí lo entiendo.

Fue hasta la mesa, donde encontró un plato de comida tibia. Empezó a comer con apuro, cuando un golpe seco resonó en la parte trasera de la casa.

Se quedó quieto.

—¿Qué fue eso?

Se levantó con cuidado. El cuerpo aún le dolía como si hubiera sido atropellado por un tren. Caminó con pasos lentos y abrió la puerta trasera.

Una chica estaba tirada en el suelo.

—¡¿Qué…?!

Reaccionó sin pensar. La levantó con esfuerzo, sintiendo cómo los músculos protestaban, y la llevó a la cama.

—¡Mierda, mierda! ¿Quién eres…?

La chica tenía el cabello corto y rubio, su piel clara estaba manchada por heridas y su ropa estaba desgarrada. El detalle más alarmante era una profunda herida sangrante en su abdomen.

—¡No te mueras, por favor…!

Corrió por trapos, presionó la herida, volvió a la cocina por agua, limpió como pudo. La sangre no paraba.

Y entonces, la chica abrió los ojos.

—¡Aléjate de mí! —gritó, con una mirada llena de terror.

Nihil dio un salto hacia atrás.

—¡Solo estoy ayudando!

—¿Ayudando…? ¡Seguro ya llamaste a los que me persiguen, maldito!

—¿Qué? ¡¿De qué carajo hablas?! ¡Ni siquiera sé dónde estoy!

Ella intentó levantarse, pero se derrumbó. Nihil corrió, le presionó de nuevo la herida.

—¡Tranquila! No te haré daño, ¿ok? Vas a estar bien…

La chica lo miró, confundida y cansada.

—¿No… sabes quién soy?

—No tengo idea. Ni siquiera sé quién soy yo. Bueno, más o menos… —dijo con una risa sarcástica.

Ella dudó. Luego, lentamente, levantó la mano izquierda, tocó su propia herida. Una luz verde emergió de su palma. Poco a poco, la sangre dejó de fluir. La carne empezó a cerrarse.

Nihil la miró atónito.

—¿Qué… estás haciendo?

Retrocedió un poco, desconcertado.

—¿Dónde carajos estoy…?

La chica seguía respirando con dificultad, pero ya no sangraba. Ambos se miraron, perdidos, desconfiados… pero por primera vez en la misma página:

Ninguno entendía completamente lo que estaba pasando.

¿Quieres que avance con el episodio 7? Puedo continuarlo justo desde esa escena, explorando quién es la chica, su poder y cómo empieza su relación con Nihil.